Para muchos, el cine es un fiel reflejo de la realidad que se vive día a día en cualquier parte del mundo. Sin embargo, está claro que, como ficción, las películas también nos muestran situaciones exageradas o irreales hasta cierto punto. De hecho, hay géneros que se basan precisamente en ese alejamiento de lo real, como el terror sobrenatural o la fantasía. Los problemas y conflictos que se tratan en ellos son reales, cercanos, pero las situaciones quedan en un universo diferente. Cuando se trata de comedia o especialmente de drama, el realismo sí que gana más partido. Hablamos de producciones que, de hecho, se esfuerzan por relatar hechos reales o al menos verosímiles. Reflejar un conflicto social, por ejemplo, es uno de los objetivos habituales de este tipo de películas. A la hora de hacerlo, sin embargo, se utiliza un lenguaje y una estructura cinematográfica que hace que, al fin y al cabo, se esté contando una historia.

Por eso, cuando el cine trata de reflejar ciertos conflictos sociales, lo hace en muchas ocasiones de manera fallida. Y es que una película de dos horas no puede llegar a tener tanta profundidad como para mostrar una realidad compleja y extensa, como por ejemplo, la de la violencia de género. Se sacan historias con un mensaje claro, que además deben tener ritmo y cierta emoción para que el espectador no se aburra. El conflicto debe quedar claramente zanjado al final, con un final resuelto, que en la vida real a veces no se da. De hecho, es complicado encontrar finales cerrados en nuestra vida cotidiana, porque las cosas en el mundo no funcionan como en las películas. Estas nos sirven, sin embargo, para entender mucho mejor nuestro entorno, para reconocer situacionesy emociones que hemos sentido. A veces, las películas nos llevan a lugares en los que no hemos estado, y eso expande nuestro conocimiento. A la hora de reflejar un trabajo tan peculiar como la prostitución, por ejemplo, el cine siempre ha tenido acercamientos bastante estereotipados. Las trabajadoras sexuales eran reflejadas como personas sin estudios, maltratadas, adictas… Pero últimamente las cosas están cambiando, como pudimos ver en The Escort.

La expresión “belle de nuit”, traducida libremente como “bella de noche”, es una de las fórmulas más políticamente correctas de llamar a las prostitutas en Francia. Son mujeres de la noche, que llevan a cabo sus servicios en la madrugada, abrazadas a la oscuridad como compañera, para evitar ser descubiertas. La expresión sirvió como base para que el escritor Joseph Kessel ideara el título de su novela más conocida, Belle de Jour. La contraposición de la noche y el día en la historia de una mujer que, aburrida de su vida cotidiana y burguesa, decide convertirse en amante profesional. El nombre es además el de una flor que solo abre sus pétalos de día. La novela de Kessel, franco-argentino, es consideraba hoy en día todo un clásico, no solo por su valor literario, sino por dar pie a una adaptación cinematográfica muy reconocida. Belle de Jour se convirtió en un filme de culto gracias a la mano de Luis Buñuel.

El genio español se puso detrás de la cámara para llevar a cabo esta adaptación con una condición sencilla: tener control absoluto sobre toda la película. Veía en la novela un gran artilugio de ficción, pero el cine utiliza otro lenguaje, diferente, más directo, más intenso. Por eso fue el mismo director quien se encargó del guión de la película, junto a Jean Claude Carriere, para tener la historia que deseaba mostrar en la pantalla. Hablamos de mediados de los 60, una época convulsa en Francia, país en el que Buñuel vivía exiliado por la dictadura española. Una película como esta seguramente no podría haber aparecido en otro contexto, y haber llegado tan lejos, como símbolo de la sexualidad como subversión de las clases y el estatus. Belle de jour habla de prostitución, y es de hecho una de las películas que siempre se recuerdan cada vez que se trata el tema del trabajo sexual en el cine, que no dista demasiado de lo que nos encontramos, por ejemplo, en valenciaxx. Pero en este caso es mucho, muchísimo más que eso. Es una película introspectiva que nos muestra el viaje de una mujer hacia su autoconocimiento, a través del dolor y la sublimación de los deseos.

A pesar de todos los ejemplos que ya hemos visto en las últimas décadas, todavía son muchos los que relacionan irremediablemente la animación y los dibujos animados con un producto para niños o como mucho, para jóvenes. La animación para adultos se está imponiendo tanto en el cine como en la televisión desde hace tiempo, y productos como South Park, Padre de Familia o Rick y Morty dan buena cuenta de ello. Es cierto que en la gran pantalla cuesta más encontrar casos donde la animación vaya directamente guiada al público adulto, pero también los hay, como las increíbles Anomalisa, de Charlie Kaufman, o la saga Heavy Metal, productos que han marcado una interesantísimas evolución del género animado con la vista puesta en los espectadores más maduros.

A veces, no obstante, se toma una idea aparentemente infantil, como de cuento o de fábula, para ofrecer un producto oscuro y mucho más adulto de lo que parece en un primer momento. Es el caso de Psciconautas, los niños olvidados, una película dirigida por Alberto Vázquez en 2015, basándose en su propio corto y en su historieta original, que llegó a hacerse con el Premio Goya a la Mejor Película de Animación, a pesar de que su paso por los cines no fue del todo halagüeño. La estética tan especial y la historia entre lo naif y lo macabro que cuenta ha hecho de esta obra una pieza fundamental en la animación adulta de los últimos tiempos, la más reposada e imaginativa. Ahora vamos a conocer mucho más sobre esta obra y su producción.

Steven Spielberg es un director verdaderamente polifacético, capaz de hacernos temblar de puro terror con Tiburón, enternecernos con la magia de E.T. El Extraterrestre y sorprendernos con la aventura de Parque Jurásico. Sin embargo, el director estadounidense también se ha convertido en un gran realizador de dramas y thrillers, como ya demostró con La Lista de Schindler. Una de sus últimas producciones ha seguido también este camino, alejado de efectos especiales, fantasías o aventura, para acercarse a una historia real que supuso un punto de inflexión en la prensa estadounidense. Con Los Archivos del Pentágono, Spielberg nos ofrecía su visión acerca del trabajo que realizaron en los 70 algunos valientes periodistas del The Washington Post y el The New York Times para desvelar ciertos secretos gubernamentales en torno a la guerra de Vietnam.

La película se convirtió en un éxito de crítica, catalogada por muchos como una de las mejores de aquel año, e incluso llegó a estar nominada a los Oscar en un par de categorías, una de ellas la de Mejor Película. Sin embargo, el éxito en cines no fue demasiado vistoso, ya que la película pasó desapercibida para buena parte del público, a pesar de contar con Spielberg tras las cámaras, y con un elenco impresionante en el reparto, con nombres como el de Meryl Streep, Tom Hanks o Sarah Paulson. Tal vez el tema no atrajo mucho al público más comercial, pero sin lugar a dudas, Los Archivos del Pentágono se convirtió en una de las mejores películas del género “periodístico”, tal vez a la altura de Todos Los Hombres del Presidente o de Spotlight, que sí que tuvo mucha más repercusión algunos años antes.